Soledad, seriedad, alegría, son para mí lo que se define cuando se habla de esta gran hermandad. Padre mío de la Misericordia, mi moreno de piel, clavado vas, crucificado, muerto, con tu padre has subido al reino de los cielos. Desde allí vigilas tus pies en la Tierra, los cuidas, les das fuerzas para portar tu cuerpo pegado, azotado y dolido.
Padre, cuida a tus queridos horquilleros, tanto los que están aquí como los que llamaste al reino de tus cielos. Desde pequeño te he visto y sé que en ti vive algo especial. Tus pies lo dicen todo, eres mágico y a la vez único. Te acompaña una madre dolida pidiendo aliento al cielo que se ha llevado a su hijo, madre de la Soledad, no sufras, tu hijo está en buenas manos. Tienes un cuerpo de costaleros que te miran, se fajan, se preparan, quieren llevar a su madre que tanto quieren, que tanto cuidan. Tienes un pueblo entregado a ti, te presentas a tu Tierra con elegancia, maestría y vuelves al canto de una saeta. Tus hijos lloran y aún les queda fuerza para que Baza se entere de lo guapa y guapa que eres.
Que a los tres días tu pueblo te podrá besar y acompañar en tu dolor. Madre baja la mirada y mira a tu gente, mira lo bella que es tu Tierra, mira la devoción que creas, porque aunque te llamen Soledad tu pueblo nunca te va a dejar sola. Al tercer saldrá tu hijo portado por nuestra cantera, la alegría de Baza, y los que algún día ocuparan ese puesto con el que tanto sueñan. Jesús resucitará y a esta bendita Tierra saldrá para decir que venció a la muerte.
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